Familia de Huáscar Tejeda todavía espera justicia

miércoles, 23 de mayo de 2018

Alumbró a Manuel sobre una mesa y luego tuvo que dejar a sus tres hijos menores de edad al cuidado de sus padres, en un hotel propiedad de la familia, en Higüey, adonde tuvieron que ir a vivir cuando su vivienda fue desmantelada y cedida después a un familiar del dictador Rafael Leónidas Trujillo.
María Leonor González (Lindín), de 85 años, ya había sentido los embates de la dictadura que la apresó estando embarazada del hijo que trajo al mundo en tan difíciles circunstancias y a quien no pudo ni siquiera amamantar, porque debía salir urgentemente hacia la capital para investigar sobre la suerte de su esposo Huáscar Tejeda, uno de los conjurados en el ajusticiamiento del sátrapa.
“Te los regalo. Tú los vas a criar mejor que yo”, le dijo a la abuela de Rocío del Carmen, Huáscar Antonio y Manuel Tomás Tejeda González, cuando le inquirió si dejaría a sus hijos para regresar a la capital, donde todavía había una persecución y ensañamiento contra los implicados en la operación contra el sátrapa.
Con su decisión encontró la mejor manera de dejar a sus hijos resguardados del oprobioso régimen, mientras investigaba qué pasó con el esposo que la tiranía le arrebató cuando ella tenía apenas 29 años.
Huáscar Antonio Tejeda Pimentel fue un brillante ingeniero que se asoció con su amigo Roberto Pastoriza, otro de los que participaron en el ajusticiamiento de Trujillo el 30 de mayo de 1961. Él construyó las primeras casas de la provincia Pedernales.
Sus ideas democráticas las había adquirido mientras estudiaba en las universidades de Toronto, Canadá, y en la de Connecticut, Estados Unidos. Llegó a República Dominicana convencido de que había que salir de Trujillo porque “era muy abusador”.
Tejeda conducía un carro Oldsmobile negro, acompañado de Pedro Livio Cedeño, la noche que ajusticiaron a Trujillo cuando se dirigía a su natal San Cristóbal, en la hoy Autopista 30 de Mayo.
En 1956 se casó con doña Lindín, hija de un matrimonio de inmigrantes, con quien procreó a sus tres hijos que tenían edades de cuatro, dos y otro que estaba en su vientre cuando mataron a Trujillo.
“Crié a mis hijos sin odio”, expresa doña Lindín, quien incluso declinó celebrar el día en que una vecina se apareció en su casa eufórica con una botella de champán para comunicarle que había fallecido en un accidente de tránsito en España, Ramfis Trujillo, hijo del dictador, y quien encabezó la ejecución, en Hacienda María, de seis de los que participaron en el ajusticiamiento del sátrapa, incluido su esposo.
En la Hacienda María fueron ejecutados por Ramfis Trujillo y los secuaces de la tiranía trujillista, Roberto Pastoriza, Huáscar Tejeda, Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sahdalá, Modesto Díaz y Luis Manuel “Tunti” Cáceres.
Desaparecidos
En el complot para ajusticiar a Trujillo también participaron Antonio Imbert Barrera, Luis Amiama Tió, Antonio de la Maza, Juan Tomás Díaz y el teniente Amado García Guerrero.

“Ahí los mataron (en Hacienda María), y el secreto mejor guardado es que nosotros tantos años después no sabemos dónde tiraron esos cadáveres y qué hicieron con ellos”, precisó González, quien recuerda que simularon una fuga para justificar la ejecución, e incluso mataron a tres reos de La Victoria a quienes colocaron uniformes de policías para darle mayor credibilidad al montaje de la evasión.
La familia quedó casi proscrita, a tal punto de que algunos vecinos y conocidos se movían al otro lado de la acera para evitar saludarlos en las vías públicas, por temor a represalias de los Trujillo.
Su vivienda estaba permanentemente vigilada por esbirros del régimen dictatorial, además de que fue prácticamente saqueada y sus muebles los encontró doña Lindín en el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), cuando la llevaron allí detenida estando embarazada, antes de trasladarla a una vivienda que era propiedad del secretario de las Fuerzas Armadas, José René Román Fernández (Pupo), quien apoyó la trama contra Trujillo. La casa de la familia Tejeda Pimentel luego fue cedida a Amable Romero Trujillo (Pipí), hermano del dictador, quien se la regaló a su hijo Darío Trujillo.

Junto con ella estuvieron detenidas María del Mar de Pastoriza, Olga Despradel de Cedeño, Urania Mueses de Estrella Sadhalá, la madre de Huáscar  Tejeda y Clara Díaz, hermana de Juan Tomás Díaz.
Doña Lindín cuenta que Tejeda Pimentel era un buen esposo y padre amoroso con sus hijos, ya que en la casa era ella quien “daba las nalgadas”.  
Huáscar Antonio, quien lleva el mismo nombre de su padre, y Manuel Tomás, el hijo que esperaba la pareja cuando asesinaron a Huáscar Tejeda, crecieron añorando el cariño y consejos de su progenitor, pero también con el dolor de saber que fue sometido a inenarrables torturas en el centro del kilómetro nueve de la carretera Mella.
Las pocas informaciones que recibieron sobre su padre luego de ser apresado por el SIM indican que cuando finalmente lo recluyeron en la cárcel La Victoria, llegó inconsciente y no tenía un solo espacio visible del cuerpo que no estuviera hinchado o amoratado.
Estragos
“Esos años tan cruciales en que quedamos huérfanos y mi madre viuda causaron en nosotros estragos de magnitud frustratoria”, expresó Huáscar Antonio, quien dijo que tuvo que acudir a otros hombres de la familia para como adolescente tratar algunos temas que no se atrevía a compartirlos con su madre.

Se enteró que habían asesinado a su papá cuando un limpiabotas le dijo que a su padre lo había matado Ramfis Trujillo, lo que le provocó un ataque de asma y en esas condiciones le pidió a su madre que le confesara la verdad, ya que siempre le habían dicho que él estaba en el extranjero. “Yo encontré respuestas en Jesucristo, él es mi padre en ausencia del mío”, expresa sobre su decisión de refugiarse en la fe del cristianismo para superar la ausencia de su progenitor y curar las heridas que dejó la tiranía en la familia.
Mientras, Manuel manifestó que desde pequeño quería ser como su padre, por lo que cada día se pregunta cómo hubiese sido crecer bajo la sombra profesional de su progenitor, ya que era un eminente ingeniero civil.
“Al carecer de la figura del padre, yo a veces me siento inseguro, siento que algo me faltó”, añadió Manuel, quien empero destaca el amor que recibieron de su madre y su acertada decisión de criarlos sin odio hacia los que mataron a su papá.
La falta de su padre la siente cada día, pero le reconforta ser el hijo de un hombre que entregó por la patria lo más preciado que puede tener un ser humano: la vida.
Huáscar Antonio y Manuel coinciden en que hubieran preferido un padre y no un héroe, pero también están conscientes de que su muerte significó el tránsito de una dictadura a la democracia, aunque con sus imperfecciones por los subsiguientes gobiernos que han tolerado la corrupción, la injusticia y la impunidad.
Consideran que el amor y respeto de Huáscar Tejeda por la patria y su familia no se lo pudo arrebatar la masacre de Hacienda María.
“Falta mucho por corregir, pienso que tenemos un camino largo por recorrer para tener una democracia plena en nuestro país, sin embargo es mejor que vivir en una dictadura. Con el ajusticiamiento de Trujillo terminó un largo período de opresión en el país”, agregó Manuel, quien dijo que al cumplir 35 años se dio cuenta lo joven que era su padre cuando lo mataron.
Expone por qué hubiera preferido un padre a un héroe: “Una parte de mí, de mi yo interior tiene adentro al padre, no al héroe de la nación. Y también pienso que mi padre arriesgó su vida, no solo por la libertad del país, sino que también dio su vida por nuestra familia, para que fuéramos libres, eso compensa la ausencia física del padre a tu lado”.
Torturaron adolescentes
Los hermanos lamentan escuchar expresiones de jóvenes que añoran el régimen de Trujillo por ignorancia y por los errores de quienes han gobernado el país después que cayó la dictadura. A ellos les recuerdan que Bienvenido de la Maza fue torturado con apenas 13 años de edad; al hijo de Salvador Estrella, con 14 años, lo tuvieron sentado en una banqueta del SIM por doce horas; y al de Juan Tomás Díaz, siendo un muchacho, prácticamente lo desfiguraron con una macana y luego lo mataron; mientras que al hijo de Miguel Ángel Báez Díaz, lo masacraron y asesinaron junto a su padre.

La familia Tejeda-González dijo que el dolor por los acontecimientos vividos ha quedado y las heridas únicamente podrán cicatrizar cuando se haga justicia.  
“Cuando a una esposa la sorprende la viudez y tomando en cuenta lo que vivió en nuestro hogar con sus tres hijos, a partir de ahí esa mujer se convierte también en una heroína”, apostilló Huáscar Antonio sobre Lindín, orgullosa del temple que exhiben hoy sus hijos.
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