Reza la tradición que quien es proclamado Papa se retira al Cuarto de las Lágrimas, próximo a la Capilla Sixtina, para prorrumpir en sollozos, tal es la responsabilidad que embarga a quien tiene que tomar las riendas la Iglesia.
El ritual de la aceptación y proclamación del nuevo Papa, una vez elegido por el Cónclave, está minuciosamente detallado en la Constitución Apostólica promulgada por Juan Pablo II en 1996, que regula la elección del sucesor.
Una vez terminada la elección en la Capilla Sixtina, el cardenal decano le hace la siguiente pregunta al elegido: "¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?"
Si la respuesta es positiva, la siguiente pregunta es "¿Cómo quieres ser llamado?". Entonces, el maestro de celebraciones litúrgicas pontificias, que actúa como notario, junto con dos asistentes que serán llamados como testigos, levanta acta de la aceptación del nuevo pontífice y del nombre adoptado.
En el párrafo 86 de la Constitución, Juan Pablo II escribió: "Ruego al que sea elegido que no renuncie al ministerio al que es llamado por temor a su carga, sino que se someta humildemente al designio de la voluntad divina".
"Después de la aceptación, el elegido que ya haya recibido la ordenación episcopal, es inmediatamente Obispo de la Iglesia romana, verdadero Papa y Cabeza del Colegio Episcopal; el mismo adquiere, de hecho, la plena y suprema potestad sobre la Iglesia universal y puede ejercerla. En cambio, si el elegido no tiene el carácter episcopal, será ordenado Obispo inmediatamente", prosigue la Constitución.
En ese momento, el nuevo pontífice se retira al Cuarto de las Lágrimas, una pequeña habitación de tres metros cuadrados contigua a la Capilla Sixtina, donde se enfunda el hábito papal preparado en tres tallas (pequeña, mediana y grande).
Homenaje y fidelidad
Luego, los cardenales le rinden homenaje y le juran fidelidad. El cardenal protodiácono, en este caso el chileno Jorge Arturo Medina Estévez, "anuncia al pueblo, que está esperando, la elección y el nombre del nuevo Pontífice, el cual inmediatamente después imparte la bendición apostólica Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) desde el balcón de la basílica vaticana".
La Constitución también tiene previsto que si el elegido se encuentra fuera de la Ciudad del Vaticano, por ejemplo si es un cardenal elector o un sacerdote, hay que ir a buscarlo y recibir su consentimiento.
EXPECTACIÓN
A la cuarta fue la vencida
Después de tres votaciones y dos fumatas negras, desde que se formalizara el Cónclave el pasado lunes, a la cuarta, los 115 cardenales electores eligieron al primer Papa del siglo XXI. Después de cierta confusión sobre el color de la fumata de la tarde de ayer, finalmente las ovaciones y las muestras de emoción y alegría ratificaban ya el mensaje esperado "Habemus Papam".
En cuanto al tiempo empleado, Benedicto XVI ha igualado, con dos días de deliberaciones, con su predecesor, el propio Juan Pablo II. Ambos se incluyen entre los que menos tiempo han precisado, sólo superados por Juan Pablo I y Pío XII (un día), y León XIII y Pío IX (un día y medio). Fueron necesarios tres días con Pablo VI, Juan XXIII y Benedicto XV. Con cuatro jornadas, salieron procalamados Pío XI y Pío X.
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