Los aportes, cosas agradables, las desagradables que voy a contar se deben a la forma didáctica en que fue ideado el “Programa de Liderazgo de Visitantes Internacionales” del Departamento de Estado de Estados Unidos. Consiste en una gira profesional en el que se observan los diferentes aspectos de las instituciones y prácticas sociales, económicas, políticas, culturales y educativas norteamericanas.
Nos llevaban inicialmente a los participantes latinoamericanos a integrarnos y conocer la realidad de cada nación latina. Luego nos mostraban la situación en Estados Unidos y comparando unos y otros se promueven las mejores prácticas institucionales.
Antes de dar la mejor fórmula de los norteamericanos para combatir la corrupción policial, voy a narrar lo que contábamos los becarios sobre la seguridad en nuestras respetivas naciones.
La delegada de Venezuela, Jessica Simonovis, nos contó que la degradación del sistema de Justicia lleva a los venezolanos a tomar la justicia en sus propias manos y dijo que antes de salir de viaje en un barrio de Caracas un grupo de hombres apresó un violador de una niña y lo descuartizaron a palos, pedradas y cuchilladas. Le mocharon la cabeza, piernas, brazos. Como si fuera poco, se fueron a un bar a celebrar su macabra proeza, tomando ron jugaban al fútbol con la cabeza del violador. Como muestra de la incertidumbre por falta de seguridad que viven los venezolanos, de regreso a su país, Jessica, salvó la vida milagrosamente cuando varios hombres intentaron secuestrarla a la luz del día.
El mejicano Gerardo Pámanes nos contó que la complicidad con el narcotráfico, en el estado de Nuevo León, fue tal que los agentes no podían apresar ni a una abuelita de 80 años, ya que cada vez que se iba a producir un arresto los propios agentes avisaban a los narcos. No se sabía si los policías eran empleados estatales o de los narcotraficantes. Esto obligó al estado a refundar la policía.
El guatemalteco Rubén Rivas informó que mientras allá la delincuencia es insoportable, hay tres ministros de Seguridad en la cárcel por corrupción. Uno de ellos compró chalecos antibalas sobrevaluados, pero que no servían para nada, hasta una piedra los puede traspasar.
Lo más sorprendente fue que la compañera Xinia Vásquez aclara que Costa Rica no es el remanso de paz, el modelo que fue en el pasado, cuando eliminó sus fuerzas armadas invirtió en educación y seguridad ciudadana.
Todos, igual que en República Dominicana, la incompetencia policial está ligada a la corrupción. En todo el Continente la policía mejor formada en el servicio ciudadano y mejor pagada es la estadounidense. La policía más mal pagada es la dominicana, recibe 110 dólares al mes. La pregunta es ¿cómo puede un policía vivir con ese salario, mantener a su mujer, educar sus hijos, pagar servicios de salud, educación, agua luz, teléfono, Internet…?
En un seminario, los expertos del “Southern Police Institute” nos explicaron que la mejor receta para frenar la corrupción policial es mejorando la condición de vida de los agentes porque estos dan a la sociedad lo que recibe de ella. Añaden que si estos son mal pagados, irremediablemente van a utilizar su autoridad para conseguir dinero.
En conclusión, en República Dominicana tenemos la policía que pagamos.
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