RAUL YZAGUIRRE EL EMBAJADOR DE ESTADOS UNIDOS

Escrito por: Raúl Yzaguirre

Hace sólo dos años y medio me encontraba parado en la escalinata del Palacio Nacional, mirando el paisaje de la ciudad de Santo Domingo. Y, más allá, en la distancia, el mar azul.  Al pie de la escalinata, una banda militar dominicana tocaba el “StarSpangled Banner”, el himno nacional de los Estados Unidos.  Yo había llegado dos días antes al país, y estaba en el Palacio para presentar mis credenciales como Embajador de los Estados Unidos de América al entonces Presidente Leonel Fernández.  Por primera vez, entendí la magnitud de la situación. 

Yo, Raúl Yzaguirre, oriundo de un pueblecito del Valle del Río Grande, en Texas, estaba en la República Dominicana como el representante personal del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, y del pueblo estadounidense.  Mientras escuchaba las notas del himno nacional y contemplaba el curso que había tomado mi vida para desempeñar este nuevo papel, sentí un increíble sentido de orgullo.

Como hice la transición hacia el servicio gubernamental tarde en mi carrera, tras décadas de trabajar como un activista que apoyaba las causas vinculadas a los hispanos en los Estados Unidos, era refrescante la oportunidad que se me brindaba para abarcar temas que iban más allá de mi comunidad.  Esta sería, por vez primera, una oportunidad para representar a todos los estadounidenses.

Los principios que me guiaron como activista continuaban guiándome como Embajador.  Al iniciar mi gestión me reuní con mi equipo y trabajé con ellos para definir una declaración de principios que incorporaría estas creencias y definiría el trabajo que tenía la Embajada por delante. 

 De esa reunión surgió la actual “Declaración de Principios” de la Embajada de los Estados Unidos:  “Promover los intereses y valores de los Estados Unidos, trabajando juntos con los dominicanos para lograr un desarrollo continuo de una República Dominicana democrática, equitativa y próspera”.  Todos los esfuerzos realizados por la Embajada están reflejados en esta declaración.

Una de las experiencias más conmovedoras vividas en la República Dominicana fue una visita que realicé a un proyecto de irrigación, patrocinado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), en una pequeña comunidad rural en el interior del país.  Los miembros de la comunidad parecían no entender quién yo era, lo que fue bueno. 

A veces la gente te habla de una manera diferente cuando saben que eres el Embajador de los Estados Unidos.  Pero esta gente habló con honestidad sobre cómo este proyecto de la USAID había hecho la diferencia en sus vidas.  Aunque a nivel intelectual entendieron y apreciaron que la alianza con el pueblo estadounidense había hecho posible el proyecto, también lo habían asumido como suyo. 

 Así como ese día en la escalinata del Palacio, cuando escuché el himno nacional de los Estados Unidos, me sentí orgulloso de ser estadounidense y de lo que habíamos logrado al trabajar con los dominicanos con el objetivo de transformar vidas.

También recuerdo que ese día, en la escalinata del Palacio, escuché las notas del himno nacional dominicano. Más adelante, me conmovieron las letras emocionantes del himno: “Cuando en bélico reto de muerte; Sus cadenas de esclavo rompió”.  Ese amor por la libertad ha caracterizado la historia de nuestras dos naciones.  He llegado a conocer y a querer a la República Dominicana.  Aunque quedan retos, siento un tremendo optimismo por su futuro. 

También,  siento un increíble orgullo de ser parte de esta historia compartida que continúa acercando aún más a nuestros dos países.  Por ahora regreso a los Estados Unidos. Pero me llevaré conmigo un pedacito de la República Dominicana adonde quiera que vaya.  Y, sospecho, que me llevaré más que un chin.

Fuente: El Nacional