Luego de negarse rotundamente a montarse en una yola, lo hizo por sus dos hijos

martes, 11 de junio de 2013

Desde que aquella madrugada del 14 de febrero de 1982 doña Brígida Félix de Cosme decidió arriesgar su vida y emprender un viaje en yola a Puerto Rico, lo hizo con la única convicción de que sus dos hijos varones no siguieran pasando las calamidades que en ese momento estaban viviendo en República Dominicana.
Su instinto de madre responsable le decía que tenía que buscar una salida a la miseria que en ese momento estaba viviendo en su humilde hogar haciendo el papel de madre soltera, y que en ocasiones duraba hasta tres días sin poder cocinarles a sus hijos, no porque le faltaba el tiempo, sino porque no tenía nada en la casa para saciar el hambre de sus vástagos.
“Antes de yo salir hablé con el Señor en una ventana, y le conté mis necesidades y el hambre que estaban pasando mis hijos y lloraba, lavaba y planchaba por paga y duraban tiempo para pagarme y Antonio y Robert a los tres días me decía, ay mami, ya no puedo más”, explica, al indicar que en su humilde vivienda solo había una mecedora y era porque no la podía empeñar, porque tenía una pata rota, pues las tres restantes ya estaban en la compraventa. 
“La esposa de mi hermano fue la que me ayudó, mis hijos estaban pasando hambre, yo duraba tres días para poner un caldero, por eso me decidía, porque a mí me ofrecieron venir de barde, y yo nunca me metí en eso, yo decía que solo muerta me montaba, y mira, me monté”, narra.
Los dos mil pesos y 300 dólares que pagó por el viaje, que salió desde Santiago,  para ella no eran suficientes para garantizarles a Robert y Antonio un futuro promisorio. 
Brígida no olvida las imágenes desgarradora de Robert y Antonio cuando le decían que ya no aguantaban más el hambre, lo que, como toda madre apegada a sus hijos, de inmediato le arrancaban las lágrimas de la impotencia, sin poder encontrar lo que en ese momento deseaban sus hijos, que era comida.
A los tres meses de llegar a Puerto Rico logró conseguir su residencia, luego de casarse con la persona que hasta hace dos años dejó de ver porque falleció luego de permanecer casados por casi tres décadas.
La primera vez fue suficiente para que Gervasio Cosme quedara flechado por su amor y de inmediato se lo hiciera saber. Dos semanas más tarde ya estaban viviendo juntos, sin siquiera imaginar que, a tan poco tiempo de conocidos, podría surgir un amor para toda la vida.
“Yo te lo rindo todo (todas las facilidades para hacerle los papeles)”, fue la extraña frase que varias veces le voceó Gervasio a doña Brígida desde que la alcanzó a ver por primera vez para tratar de convencerla y le hiciera caso.
Gervasio se convirtió en su amigo y compañero fiel desde que a dos semanas de llegar enfrentó una situación difícil en la casa donde vivía y recibió su llamada. No titubeó en decirle que la fuera a buscar sin detenerse a pensar que era para ella un desconocido, solo pensaba en sus hijos, y por ellos lo arriesgó todo. La suerte la acompañó y su esposo hizo todos los esfuerzos necesarios para regularizarle su status y que pudiera pedir a sus progenitores, que en ese entonces contaban con 14 y 16 años.
Pero la suerte de doña Brígida no se queda ahí. Inmediatamente pisó suelo puertorriqueño fue asediada por miembros de la Guardia Federal que vigilaban la zona costera para impedir la llegada de viajeros ilegales. Aunque desde que los vio confiesa que ya estaba perdida, reconoce que Dios la acompañó en todo el recorrido, y que por eso, nunca dudaron en ayudarla a lograr su objetivo principal, que era darles mejor vida a sus hijos.
Tras interceptarla dos veces esa madrugada su fe convenció a los agentes para que no la incluyeran en la lista de “los mojados” y la enviaran de regreso a su país. Ahora sus dos hijos, con una familia formada disfrutan de la alegría de contar con una madre que lo arriesgó todo en su nombre y que hoy se siente orgullosa de ellos. Son los que se encargan de hacerle la primera llamada que recibe a diario para saber cómo está y están pendiente de todo cuanto pueda necesitar.
Su proceso de salud y el papel de sus hijos
Aunque Brígida pasó la mayor parte de su vida en Puerto Rico, desde hace siete años reside en Nueva York, desde que un día su hijo mayor Antonio cogió un vuelo y la fue a buscar para que recibiera mejores atenciones médicas.

Un infarto prácticamente fulminante casi acaba con su vida, la que según explica Dios le devolvió luego de varios intentos de los médicos para revivirla con las máquinas y dándole “palmetazos”.
Una operación a corazón abierto, cinco by pass, su pierna derecha amputada, muchas células muertas en su cuerpo y una diabetes que tiene que lidiar con ella a diario, forman parte de su periplo de salud, por lo que sin el apoyo de sus hijos le sería imposible enfrentar.
“Yo tengo más appointments (citas médicas) que toda la gente del mundo, y a veces duro seis, siete y hasta 15 días allí guardada (interna)”, cuenta.
A sus 68 años doña Brígida disfruta de la satisfacción de contar todo el recorrido que pasó para encaminar a sus dos hijos para que fueran gente de bien y se guiaran por el camino correcto.
Ahora ella prueba con el mejor sabor el sacrificio que hizo por sus hijos, quienes tampoco dudan un segundo en dejar todo para devolverle lo tanto que hizo por ellos.
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