En agosto del 2016, cuando culmine la actual gestión de gobierno que encabeza el presidente Danilo Medina, se habrán cumplido veinte años de la llegada al poder, por vez primera, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en el 1996.
Durante esos veinte años, el PLD habrá gobernado dieciséis, lo cual equivale a decir que habrá sido la organización política más exitosa de las últimas dos décadas en la República Dominicana.
Más aún, durante ese mismo lapso pasó de tener un solo Senador a tener treinta y uno; y salió victorioso en seis elecciones nacionales, entre presidenciales, congresionales y municipales.
Si en el próximo torneo electoral del 2016 el PLD resulta de nuevo triunfante, eso, a su vez, equivaldría a significar que habría sido la fuerza política hegemónica durante las primeras dos décadas del siglo XXI; y aún en el caso hipotético de que no resultase así, como quiera habría sido la organización más preeminente durante esta etapa de la vida política nacional.
Pero en el caso de que en efecto conquistase el triunfo nuevamente en el 2016, entonces habría gobernando veinte de los últimos veinticuatro años, algo sin precedentes en la historia política democrática de la República Dominicana.
No siempre fue así
Sin embargo, no siempre fue así. El PLD fue creado por Juan Bosch y un grupo de dirigentes salidos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), en diciembre del 1973, por lo cual, ahora en el 2013, cumplirá cuarenta años, y durante un primer momento de su desarrollo institucional se planteó como objetivo estratégico la conquista de la liberación nacional.
Al participar por vez primera en un certamen electoral en el 1978, obtuvo tan solo 18 mil votos, equivalente al 1 por ciento del total de boletas emitidas. Eso determinó, en aquel entonces, que algunos sectores vaticinaran que el PLD no tendría ningún porvenir en el escenario político nacional.
No obstante, en el siguiente torneo electoral del 1982, logró alcanzar 185 mil votos, esto es, algo más del 9 por ciento del sufragio; y en el 1986, fue de 385 mil, correspondientes al 18 por ciento de la votación.
Viniendo prácticamente de la nada, el PLD había conseguido, en sus primeros trece años de existencia, romper con el sistema bipartidista que históricamente había existido en el quehacer político nacional desde que se fundó la República a mediados del siglo XIX.
En la historia nacional, la lucha por el poder siempre se expresó en términos de una bipolaridad, que iba desde santanistas contra baecistas; rojos versus azules; lilisistas y anti-lilisistas; coludos y rabuses; trujillistas y anti-trujillistas; cívicos y perredeistas; o perredeístas versus reformistas.
Nunca había existido en toda la historia del país una tercera fuerza política que rompiera esa relación de poder entre dos fuerzas antagónicas, hasta que el PLD lo alcanzó, por primera vez, en la década de los ochenta.
En el 1990 el PLD estuvo al borde de conquistar el poder; y aunque en el 1994 experimentó un declive en su caudal de votación, en el 1996, veintitrés años después del día de su fundación, las autoridades del partido morado subían las escalinatas del Palacio Nacional.
Fue la primera vez, también, en nuestra historia, que una tercera fuerza política no sólo rompía ya con el tradicional esquema del bipartidismo, sino que terminaba por convertirse en la principal fuente de poder político nacional.
Pero, como ha podido observarse, el PLD no siempre fue la gran organización política que es hoy día. Al contrario, nació como una organización pequeña, a la que no se consideraba que podría tener esperanza de vida; y fue con el tiempo que se convirtió en un partido emergente, como se dice en el lenguaje actual, hasta llegar a ser la primera agrupación política nacional.
Razones de avance
Por supuesto, la primera razón del avance electoral del PLD en el tiempo se debe, fundamentalmente, a su líder y fundador, profesor Juan Bosch.
Esto así, entre otras causas, debido a su gran talento político, a la fuerza de sus convicciones, a su apasionada entrega; y al hecho de haber sido el primer presidente democráticamente electo después de la caída de Trujillo; haber sido víctima de un golpe de Estado; y a ser un símbolo viviente de un pueblo en armas luchando por la vuelta a un orden constitucional.
A esas cualidades que adornaban la figura del líder histórico y fundador del PLD, se le sumaba la circunstancia de que a partir del 1978, con el triunfo electoral del PRD y Antonio Guzmán, se inició, no sólo en la República Dominicana, sino en América Latina, un proceso de transición y consolidación de la democracia, lo cual hacía posible la lucha por el poder a través de las elecciones.
Pero, en adición, como consecuencia precisamente de que se entraba en una etapa de transición hacia un modelo democrático, la naturaleza de la actividad política experimentó una radical transformación, al pasar de un debate en defensa de las libertades públicas a otro de carácter económico y social.
El PLD, bajo el liderazgo del profesor Juan Bosch, supo aprovechar ese momento de mutación en la naturaleza del debate político y orientó a la opinión pública en torno a la aplicación de políticas económicas, su impacto en el desarrollo y el bienestar social.
No cabe dudas que esa prédica, continua y sistemática en el tiempo, encontró eco en la población, al ver que sus condiciones materiales de existencia se deterioraban como resultado de la aplicación de políticas erróneas que cada vez más nos empujaban hacia un abismo como nación.
En el marco de su proceso de avance político, mediante la integración al sistema electoral, algunos sectores, a través de los años, han sostenido que el PLD se desvió de su objetivo inicial de liberación nacional.
La verdad es que no es así. Si el Partido de la Liberación Dominicana se propuso, durante sus primeros años, un objetivo estratégico de liberación nacional, es porque la vía democrática hacia la conquista del poder se encontraba obstruido.
La propia experiencia política personal de Juan Bosch así lo comprueba. Después de haber sido democráticamente electo, en forma abrumadora, por el pueblo dominicano, fue derrocado mediante un golpe de Estado.
Pero cuando el pueblo se subleva con el propósito de promover su retorno a la silla presidencial, entonces se produce una intervención militar por parte de la fuerza más poderosa del planeta, los Estados Unidos, que bloquea esa posibilidad.
Luego, se asiste a un torneo electoral en el 1966, en el cual no existen garantías de participación democrática, y ese fenómeno vuelve a repetirse en las elecciones de 1970 y 1974, en los que a la oposición, encabezada por el PRD, no le quedó otra alternativa que abstenerse por falta de un clima adecuado de participación plural.
Ante la imposibilidad de acceder al poder por la vía democrática de las elecciones, Juan Bosch y el PLD se plantearon lo que todas las fuerzas progresistas de América Latina en ese momento proponían como única alternativa: la liberación nacional.
Ahora bien, en la medida en que por la convergencia de diversos factores, de carácter nacional e internacional, se hiciera el tránsito, en toda América Latina, hacia un modelo democrático, como hemos dicho, las posibilidades de acceder al poder por vía electoral se abrieron, y eso fue lo que, de manera sabia, el PLD supo aprovechar para avanzar y transformarse en el fenómeno de masas que ha sido en los últimos años.
Pero al igual que el PLD, el movimiento progresista y políticamente inteligente latinoamericano de la época, también comprendió, que como consecuencia de los cambios ocurridos, no había que intentar conquistar por las armas lo que ya se podía obtener por medio de los votos.
Es de esa manera que a lo largo de los últimos treinta años, hemos visto al Partido Socialista chileno de Salvador Allende, en alianza con otras fuerzas, derrotar la dictadura de Pinochet, en base al respeto y reconocimiento del poder de las urnas.
De igual manera, al Frente Sandinista de Liberación Nacional, que perdió el poder por vía electoral, luego de haber realizado una revolución triunfante contra una dictadura, retornar a ese mismo poder por medio de elecciones; y es lo que asimismo hemos visto también acontecer en El Salvador, con el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional; y en Uruguay, con la coalición de fuerzas que componen el Frente Amplio.
En lugar de claudicar a sus principios originales, el PLD supo interpretar el signo de los tiempos, aprovechar las nuevas circunstancias y erigirse en una gran maquinaria política en favor del progreso y el desarrollo de la sociedad dominicana.
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