Tras las presentaciones del musical Legalmente Rubia, producido en el Teatro Nacional por José Rafael Reyes, queda una amplia estela de experiencias y percepciones deben ser vistas con tolerancia, entusiasmo y profundo sentido reflexivo y que llevan a repensar los criterios de restricción, moral pública, hipocresía compartida y la mojigatería, además de poner de resalto el valor de estos muchachos al poner en escena un montaje tan demandante
Tras el montaje, finalizado ya, se verifican aspectos poco aireados sobre el montaje que vale ponerlos de resalto, pero antes nos gustaría hacer justicia.
La primera experiencia es la que lleva a reconocer la presencia de ánimo del equipo, contra toda corriente cuesta arriba: ausencia de co-patrocinadores fuertes, dificultades de promoción, y localidades no vendidas a totalidad, factores que dejan una deuda, una vez que haya caído el telón y se hayan disipado las entusiastas oleadas de aplausos y “!Bravos!”, producidos desde el sentimiento expresado tras el derrocho de talentoso arte en escenario.
Y pese a las dificultades y las deudas pendientes, este equipo de trabajo, así como otros que han pasado la misma experiencia, ya estarán pensando en su próximo montaje, porque no conocen el temor y se han hecho socios y socias del riesgo del arte presentado al mas alto nivel, a pesar de que no siempre su empeño sea entendido corporativamente.
La segunda es el tema del “lenguaje vulgar” - expresado en nueve “malas palabras" y el “Beso Gay” entre dos de los artistas varones.
Es lamentable que , en oportunidades, somos tan mojigatos y nos desgarramos las vestiduras tan hipócritas que nos adornan.
La musical tenía, justo por esas formas de expresión, restricción de 15 anos.
Si algún niño menor de esa edad llego a verla es una co/responsabilidad de los padres que les llevaron (y que debieron haber visto el letrero en la boletería indicando que no era apta para menores de 15 anos) y de quien haya permitido su entrada en el Teatro.
Los besos. Hay tres o cuatro besos entre hombres y mujeres, de boca a boca, /- dados rápidamente todos, de piquito- pero esos no llamaron la atención. El que produjo protestas por lo bajo, fue el beso de dos hombres, mandado por el libreto y que parece en el musical.
La presión fue tal que ya en las funciones de sábado y domingo, el beso – también de piquito- tuvo que ser disimulado con el uso de una pluma para que no se cometiera el pecado de permitir que se viera un beso gay desde escenario.
Hubo sugerencias para que la escena – que dura segundos- fuera quitada totalmente del montaje, pero se concilio con disimularla, parte de las deudas que se cargan con la moral superficial y cómplice que tanta necesidad tiene de ser autentica.
Los besos entre hombres no eran la primera vez que se daban en escenario. Ya los vimos allí mismo en Rent y El Beso de la Mujer Arana.
Pero ahora causaron revuelo, en parte por el carácter juvenil del montaje, pese a que el argumento es conocido por quienes gustan de los musicales y porque, nos imaginamos, que su argumento no podía resultar desconocido para la dirección artística del Teatro Nacional.
El caso adquiere mayor relevancia debido a que en particular el tema gay esta dividiendo en dos la opinión pública, con motivo de la designación como embajador de Estados Unidos, James –Wally- Brewster, en torno a la cual hay confrontaciones muy serias de a favor y en contra, circunstancias que no existían cuando se montaron los otros musicales de sesgo gay.
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