A veces pienso que mi hijo Oscar rehúye juntarse con mi rostro gruñón... Claro, debo ser su peor crítico en este oficio que él eligió sin consultarme y contra mi deseo porque preferí siempre que ejerciera su profesión de ingeniero.
Me negaba a aceptar su vocación desde que siendo un niño se interesaba por mi instrumental de trabajo: maquinilla, libreta, lápiz. Y miré para otro lado cuando a los 13 me enseñó su primer “artículo”, algo que tenía que ver con deporte, si mal no recuerdo.
No quería bajo ningún criterio que mi primer hijo heredara el oficio de periodista, y él siempre lo supo. Por eso ingresó a la facultad de Ingeniería Industrial de Intec, donde jovencísimo se graduó con honores, acabando de cumplir los 20.
Ni siquiera tuve que ayudarlo a buscar su primer trabajo porque llegó recomendado por la propia universidad a una de las principales empresas de la época, y en muy poco tiempo se destacó en producción, fajado de campana a campana.
Ignoré por años que el muchacho ya coqueteaba con la comunicación, y que lo hacía por hobby todos los días en el programa de Jochy Santos, utilizando un seudónimo para que ni yo ni nadie de mi entorno se enterara que él andaba en eso.
Cuando vine a darme cuenta no me quedó más remedio que incorporarlo al programa “El Poder de la Tarde”, que iniciaba justo cuando él terminaba su jornada laboral diaria. El resto es historia conocida.
A nadie hay que decirle que Oscar se ha desarrollado como excelente comunicador, con muy buena formación intelectual, con criterio para la crítica y el análisis, con buen nivel cultural, le gusta leer, escribir, actualizarse...
Su viejo amigo Danilo...
Su discreción es de antología, una de sus mejores virtudes por lo escasa que resulta esa condición en este mundo de la comunicación social.
Me enteré de su relación con Danilo Medina cuando iniciaba la precampaña política para las elecciones de 2008... En la época Danilo y yo estábamos distantes después que en un arranque de ira le dije “cuatro cosas” por televisión, de lo que no me arrepiento.
Pasado aquel proceso, Oscar y Danilo fortalecieron esa amistad de modo que fue él, Oscar, el intermediario para que Danilo y yo restableciéramos nuestra vieja relación y olvidáramos los agravios producto de un chisme entre compañeros.
Creo que a nadie hay que contarle todo cuanto hizo Oscar para que Danilo fuera candidato y ganara las elecciones del año pasado, a cambio de nada... Porque nada le ha pedido, ni nada le ha aceptado.
Por eso considero que tiene suficiente aval para recomendarle a su amigo Danilo lo que le recomienda en su artículo de ayer lunes en este diario.
¿Qué es lo que le recomienda?
Simplemente que se cuide de las serpientes que le merodean desde hace un año cuando llegó al poder, algunas de las cuales se han ido enroscando paulatinamente en las columnas del gobierno.
Oscar ni siquiera le pide a Danilo que se desprenda de esas serpientes sino que se proteja de ellas porque al primer movimiento en falso le inocularán su veneno.
“No porque las serpientes sean malas ñdiceñ sino porque son serpientes... Y esa es su naturaleza”.
La analogía que hace del caso de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, no debe pasar inadvertida a Danilo Medina.
La señora Rousseff llenó su gobierno de serpientes que la pusieron en contra de su base política, el Partido de los Trabajadores de Brasil, y de su líder, Luiz Inácio -Lula- Da Silva, y cuando esas serpientes la vieron debilitada le inocularon el veneno.
No tumbaron el gobierno porque en gesto magnánimo Lula detuvo la horda que pedía sangre en la arena...
Y otra verdad: ... La popularidad de los gobiernos se desvanece. “Es como el viento... que pasa”.
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