Desde la desaparición de la dictadura
trujillista, una de las dificultades que ha afectado a los partidos
políticos dominicanos es el mantenimiento de su unidad interna.
A los dos meses de haberse decapitado la tiranía, el Partido
Revolucionario Dominicano (PRD), formado en el exilio, envió una
delegación para iniciar los trabajos de organización de esa entidad
política, integrada por tres de sus más destacados dirigentes: Angel
Miolán, Nicolás Silfa y Ramón Castillo.
Sin embargo, poco tiempo después, Nicolás Silfa se desprendía del
perredeísmo, creando su propia organización política, el Partido
Revolucionario Dominicano Auténtico; y lo mismo hacía Ramón Castillo,
quien por sus acrobacias políticas fue rápidamente identificado como Món
el Loco.
Luego de la Revolución de Abril de 1965 y la elección del doctor
Joaquín Balaguer en 1966, surgen nuevos desprendimientos y divisiones en
los partidos y organizaciones políticas del país.
En la izquierda, del Partido Socialista Popular (PSP), liderado por
la vieja guardia marxista, emergió una nueva generación que creó el
Partido Comunista Dominicano (PCD).
Del Movimiento Revolucionario 14 de Junio se produjo una desbandada
hacia el Movimiento Popular Dominicano (MPD) y el Partido Comunista de
la República Dominicana (PACOREDO), al tiempo que se conformó una nueva
corriente en su interior, conocida como Línea Roja del 14 de Junio.
Con posterioridad, de la izquierda dominicana se constituyeron, entre
otras, organizaciones como la Unión Patriótica Antiimperialista (UPA);
el Partido de los Trabajadores (PTD); el Partido Comunista del Trabajo
(PCT); el Movimiento de Izquierda Unida (MIU); la Liga Socialista; y la
Fuerza de la Revolución (FR).
PRD, Reformistas y PLD
Sin embargo, ha sido del Partido Revolucionario Dominicano donde mayores divisiones se han producido en la historia de los partidos políticos de la República Dominicana. Se han llegado a verificar hasta diez rupturas internas, desde su fundación en Cuba en el 1939.
Sin embargo, ha sido del Partido Revolucionario Dominicano donde mayores divisiones se han producido en la historia de los partidos políticos de la República Dominicana. Se han llegado a verificar hasta diez rupturas internas, desde su fundación en Cuba en el 1939.
Pero desde su instalación en el territorio nacional, en 1961,
hasta la actualidad, entre los conflictos de mayor trascendencia que han
estremecido las filas del perredeísmo, se encuentran la salida del
profesor Juan Bosch y un grupo de dirigentes para formar el Partido de
la Liberación Dominicana (PLD), en 1973; la ruptura de las relaciones
entre el doctor José Francisco Peña Gómez y el licenciado Jacobo
Majluta, dando lugar a la formación de dos organizaciones políticas: el
Bloque Institucional Socialista Democrático (BIS), y el Partido
Revolucionario Institucional (PRI).
Dos disputas posteriores, de significativa importancia para la vida
del partido blanco, la constituyeron la expulsión de sus filas del
licenciado Hatuey Decamps, en el 2004, quien pasó a formar el Partido
Revolucionario Social Demócrata (PRSD); y finalmente, en el 2014, con
motivo de las diferencias irreconciliables entre los miembros de su
cúpula dirigencial, dando lugar al nacimiento del Partido Revolucionario
Moderno (PRM).
En lo que atañe al Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), ni
siquiera en el pináculo de su gloria pudo el doctor Joaquín Balaguer
evitar las discrepancias y escisiones dentro de su formación política.
Fue así que para las elecciones presidenciales de 1970 fue desafiado
por el entonces vicepresidente de la República y presidente de la
organización política, licenciado Francisco Augusto Lora, para la
candidatura presidencial de ese año.
Al final, Lora abandonó las filas del partido y creó su propia
entidad política, el Movimiento de Integración Democrática Anti
reeleccionista (MIDA), el cual se constituyó en el principal rival del
partido del gallo colorao en el certamen electoral de ese año.
El licenciado Fernando Álvarez Bogaert, luego de haber acompañado al
doctor Balaguer como candidato a la Vicepresidencia de la República en
los comicios de 1982, tanto en las elecciones de 1986 como en las de
1990, vio sus aspiraciones frustradas de ser el candidato reformista a
la primera magistratura de la nación.
Por esa razón abandonó las filas de esa institución política para
constituir el Partido de la Unidad Democrática, el cual, estableció
una alianza con el PRD en el 1994, cuando el doctor Peña Gómez
ostentaba por segunda vez la candidatura presidencial del partido
blanco.
Luego de la desaparición del doctor Balaguer del escenario político
nacional, sus seguidores se han fraccionado en distintas corrientes o
grupos, de los cuales han salido la Comisión Presidencial del
ex-vicepresidente Carlos Morales Troncoso; el Partido Reformista
Popular, del senador Amílcar Romero; el Partido Dominicanos por el
Cambio del ingeniero Eduardo Estrella; el Partido Liberal Reformista del
senador Amable Aristy Castro; así como las distintas facciones y grupos
que actualmente pugnan por su control.
Por su lado, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD),
constituye un caso digno de estudio. Es, hasta ahora, la única fuerza
política emergente que ha podido consolidarse en el tiempo.
No obstante, luego de su primera participación electoral, en
1978, experimentó un movimiento sísmico en su interior que provocó la
salida de un núcleo importante de sus dirigentes, algunos de los cuales
retornaron con posterioridad.
Pero, a partir de ahí, se produjo un patrón de conducta en el que
en cada proceso electoral en que el partido no salía victorioso, se
producía un desgarramiento interno debido a la expulsión o renuncia de
dirigentes que formaban parte de grupos o corrientes.
Eso continuó ocurriendo así luego de las elecciones de 1986, 1990 y
1994. Fue sólo a partir de los comicios de 1996, cuando el PLD obtuvo
su primera gran victoria electoral que la sangría pudo detenerse; y
aunque en los veinte años que han seguido a ese triunfo electoral ha
habido momentos de inocultables diferencias entre los miembros de su
alta dirección, nunca esas diferencias han puesto en peligro la unidad
de la organización.
El desafio del porvenir
Ahora bien, desde la reforma constitucional de 1994 que consigno la realización de elecciones presidenciales y congresionales y municipales en períodos distintos, los partidos políticos dominicanos se han visto envueltos en una dinámica que en lugar de contribuir a su unidad interna, ha sido una de las fuentes de su debilitamiento.
Ahora bien, desde la reforma constitucional de 1994 que consigno la realización de elecciones presidenciales y congresionales y municipales en períodos distintos, los partidos políticos dominicanos se han visto envueltos en una dinámica que en lugar de contribuir a su unidad interna, ha sido una de las fuentes de su debilitamiento.
En los últimos 20 años, desde 1996 a la fecha, en el país se han
celebrado diez elecciones. Pero cada una de esas elecciones ha estado
precedida, a su vez, de procesos internos de selección de candidatos.
Eso significa que en lugar de diez, han sido, en realidad, veinte
los procesos electorales, entre internos y externos, a que los partidos
han tenido que someterse durante las últimas dos décadas.
Para las organizaciones políticas del país eso ha sido demoledor.
Durante todo ese tiempo las principales energías de los partidos han
estado concentradas, primero, en organizar competencias entre sus
propios miembros, que a veces culminan en heridas que no logran
cicatrizarse.
Pero, en segundo término, en participar en comicios electorales, en
los cuales, de no obtenerse los resultados esperados, terminan en
frustraciones y amarguras, que se convierten, además, en la semilla de
la discordia que procura identificar a los presuntos culpables de la
derrota, para de esa forma suscitar nuevas fisuras internas.
Desde el año pasado, 2016, los partidos políticos, sin embargo,
asisten a una nueva realidad. Por vez primera en veinte años no tendrán
que someterse a elecciones tan continuas y extenuantes.
Ahora podrán disponer del tiempo, la calma y la serenidad para
reencontrarse con sus valores y principios, reconectarse con sus bases
de apoyo y renovarse en sus vínculos con los distintos estamentos de
la sociedad.
Los partidos deberán comprender que con las transformaciones a
nivel global, los cambios demográficos internos, el empleo de las
modernas tecnologías digitales de comunicación y las nuevas técnicas de
movilización social, hay nuevas formas de acción políticas a las que
tendrán que adaptarse o perecer.
Para la generalidad de los partidos del sistema político, su
principal desafío estará en descubrir no sólo sus potencialidades, sino
al mismo tiempo sus propias debilidades, aquellas que durante años les
han hecho caer en un ciclo de adversidades, fracasos y frustraciones, a
fin de verdaderamente poder superarlas.
Para el Partido de la Liberación Dominicana, el que ha sido, en plena
democracia, la fuerza política dominante en las últimas dos décadas,
su reto es al revés del de los demás. Consiste en saber administrar
sus triunfos.
Para lograrlo, se requiere, con carácter de urgencia, que cada uno de
sus miembros comprenda algo muy simple; y es que en la lucha política
siempre se anteponen las necesidades del pueblo a las aspiraciones
individuales.
De comprenderse esa realidad tan sencilla, que parece hasta una
puerilidad, estamos seguros que la estrella del PLD continuará
iluminando, por muchos años más, el horizonte político nacional.
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