SABIA EL ORIGEN DE LEUCEMIA

miércoles, 10 de octubre de 2012


El origen de la leucemia es medular, donde su proporción se hace tan grande que evita la normal maduración de las células hamatopoyéticas y condiciona gran parte de los síntomas que presentan esta enfermedad: infecciones, anemia, hematomas. Posteriormente se produce invasión de la sangre periférica y de otros tejidos.


Se hace una diferencia según la maduración:



Leucemia aguda, si la proliferación es a expensas de células inmaduras, llamadas blastos.
Leucemia crónica, si es producida por células maduras.



El pronóstico depende en gran medida de esta clasificación, dado que las agudas dejadas a su evolución natural son rápidamente evolutivas y ocasionan la muerte del paciente en poco tiempo; sin embargo con el tratamiento adecuado se consigue una importante tasa de curaciones. En cambio las leucemias crónicas tienen una evolución más lenta, pero el tratamiento provoca menos curaciones, aunque si ayuda al control de la enfermedad.



Dentro de cada una de estas clases podemos distinguir, segun la estirpe celular:



Los linfoides, si el origen son los linfocitos.
Las mieloides o no linfoides, si surgen de los granulocitos, eritrocitos o megacariocitos.



Las lecucemias agudas son las más frecuentes en la infancia y la mayoría son linfoides, mientras que en el adulto sólo representan el 30% del total y son predominantemente mieloides. Las leucemias crónicas son casi exclusivas del adulto.



La aparición de adenopatías o de un crecimiento del bazo no implica que se esté frente a un proceso leucémico, generalmente es debido a una causa mucho más banal, infecciosa o inflamatoria (véase cuadro adjunto).



En la analítica se observa un aumento desproporcionado de los leucocitos, con abundante presencia de formas celulares inmaduras. Se acompaña muy frecuentemente de anemia y trombopenia (escasez de plaquetas). 



El diagnóstico se basa en el estudio de la médula ósea, donde se aprecia una inflitración más o menos severa por células leucémicas, que también se pueden observar con frecuencia en sangre periférica y otros tejidos.



El tratamiento es muy complejo y prolongado en el tiempo, pero en un porcentaje importante de los casos se consigue el control e incluso la curación de la leucemia. Se basa en el empleo de quimioterapia, anticuerpos monoclonales específicos, inmunosupresores, inmunomoduladores como el interferón, la radioterapia, e incluso el transplante de médula ósea. En no pocos casos (sobre todo en las leucemias agudas) son fundamentales los sistemas de apoyo vital, la transfusión de hemoderivados, el empleo de antibióticos, fungicidas y viricidas, sueroterapia, alimentación enteral o parenteral
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