Su sonrisa y su peculiar forma de tratar al prójimo es un recuerdo indeleble que permanecerá en la memoria de todos aquellos que tuvieron la oportunidad de compartir con él.
El cariño y la seguridad que emanaban de su rostro, aún cuando era agobiado por un cáncer en la cabeza que segó su vida, no impedían que albergara en sus días un optimismo inquebrantable.
A sus 74 años, Julio Francisco Tejera, se despidió de esta tierra que lo vio nacer. Don Julito, como era llamado en su entorno, entregó su último suspiro, mientras padecía en una cama del Instituto de Oncología Doctor Heriberto Pieter. En ese doloroso momento, toda la familia estaba reunida, como según cuentan sus parientes.
Ayer en la capilla E de la Funeraria Blandino, se rememoraban los valores que marcaron su estadía en la tierra.
El director del Listín, Miguel Franjul, acudió a dar el pésame a los familiares, al igual que otros periodistas y empleados de la empresa.
“Ay mi amor, te fuiste y me dejaste. Que vacío tan grande. Fuiste un hombre de conceptos, responsable, trabajador, leal... tanto que te amé”, decía entre sollozos la hoy viuda, Bárbara Vélez.
Le parecía increíble, a pesar de la afección que hace más de dos años afectó la salud de su pareja, comprender que ya no contaría con su compañero de vida, a quien cada mañana le preparaba una avena caliente para el desayuno. “No puedo ver tu ropa, ni tus zapatos. Él me hacía creer que se sentía bien; no quería que me dijeran las cosas para que yo no sufriera. No pensé que te morirías ese día”, exclamó Bárbara mientras sostenía las manos sin calor del difunto.
La conmoción y el desconsuelo embargó a sus hijos, Julio Alberto, Julio Francisco, Ana Belén, Miguel Antonio y Rosaura, quienes entre sí se refugiaban tratando de alivianar la tristeza. “Mi papá, mi hombre fuerte, mi orgullo. Sincero él, le corregía todo a sus hijos”, expresó Ana, junto al ataúd.
Menor de tres hermanos, de la familia Tejera, su partida ha dejado un amargo sabor en sus hermanas Altagracia y Evangelina, quienes en medio del pesar agradecen a Dios por el ser que les permitió conocer.
Miembros del Voluntariado del Hospital Heriberto Pieter, acostumbrados a visitar al hoy extinto, ya conocían de su especial personalidad. Destacan que en sus últimos días, al igual que siempre, se mostró contento, tranquilo, amoroso y lleno de paz.
Durante cinco décadas fue corrector de estilo en el LISTÍN DIARIO, donde es recordado por sus compañeros de labores como un hombre honesto, que disfrutaba la vida sanamente y amaba su trabajo.
Fuente: LISTÍN DIARIO
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