Durante años Lourdes y David Rodríguez
consideraron mudarse de Puerto Rico a Estados Unidos, pero no se
decidían a dar el paso. Hasta que llegó el huracán María y dejó su casa
llena de fango, sin electricidad, agua potable ni teléfono.
El matrimonio de jubilados huyó de la isla pensando que estaría un
breve lapso con familiares en Florida. Ahora parece que permanecerá en
ese estado por un largo tiempo: a tres semanas del paso del huracán su
casa de cuatro habitaciones en Vega Baja, en la costa norte de Puerto
Rico, está como la dejaron, con los pisos sucios de barro, las camas y
los colchones mojados, los árboles del jardín caídos y sin servicios
básicos.
Ante ese panorama están hospedándose en un apartamento de dos cuartos que alquiló una de sus hijas en Tampa.
“Vamos a estar aquí indefinidamente”, expresó Lourdes Rodríguez en
una entrevista desde la casa de otra de sus hijas, donde se hospedó
durante una semana con su esposo antes de mudarse al apartamento. “Ha
sido desesperante. Inesperado totalmente. Algo nunca antes vivido”,
agregó.
Decenas
de miles de puertorriqueños huyeron hacia la parte continental de
Estados Unidos para evitar las secuelas inmediatas de María, pero debido
a que persisten las dificultades en la isla avizoran que tendrán que
quedarse lejos por más tiempo del que preveían inicialmente. Muchos
enfrentan una situación de incertidumbre sobre cómo reiniciar sus vidas
lejos de Puerto Rico, cómo conseguir vivienda, trabajo y escuelas para
los niños.
Sentado al borde de una calle en San Juan junto a las ruinas de lo
que fuera su casa, Efraín Díaz escuchaba el martes una radio a baterías.
Las paredes de madera de la vivienda cayeron hacia el patio y la ropa y
los colchones permanecían empapados.
“Yo me voy allá, allá yo vivo bien en los Estados Unidos”, manifestó
el hombre de 70 años mientas esperaba que una hermana que reside en
Boston llegara para llevarlo con ella.
María arrasó la isla, dejando a millones sin electricidad y a
ciudades y pueblos aislados. Al menos 34 personas murieron y algunos
estiman que la recuperación tardará meses. Cerca de 85% de la población
aún sigue sin energía y un 40% sin agua.
En todo Estados Unidos pero especialmente en Florida, Nueva York,
Illinois y Connecticut, donde históricamente se han asentado los
habitantes de la isla, los puertorriqueños se hospedan con familiares
mientras intentan encontrar una vivienda, empleo y escuelas para sus
hijos en territorio continental.
“Me he quedado en el aire”, dijo angustiada Betzaida Ferrer, una
jubilada de 74 años que se había mudado desde Miami a Puerto Rico en
julio en busca de tranquilidad y ahora se encuentra de regreso en el sur
de Florida, esta vez sin un lugar donde vivir. Para poder sobrevivir
con su jubilación se hospeda en la casa de amigos.
“Encontrarse en situación que uno necesita ayuda es tremendo”, dijo
la mujer y explicó que se inscribió en una academia que ofrece
entrenamiento con la esperanza de conseguir un empleo que le permita
pagar una renta mensual de unos 1.300 dólares, casi el doble que en
Puerto Rico.
Los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses y viajan con
frecuencia al territorio continental. A lo largo de los años se han
registrado numerosas olas migratorias, la más reciente en la última
década con un éxodo de cerca de 10% de la población, principalmente por
un fuerte estancamiento económico.
El huracán María, que azotó a la isla el 20 de septiembre, dio un
nuevo ímpetu al éxodo de puertorriqueños que podría tener efectos
demográficos de largo plazo.
“Es de esperar que personas que no pensaban quedarse permanentemente
ahora lo hagan”, expresó Jorge Duany, director del Instituto Cubano de
Investigación y profesor de antropología de la Universidad Internacional
de Florida, quien ha estudiado durante años la migración de
puertorriqueños.
Muchos de los que salieron son ancianos y enfermos que huyeron o
fueron evacuados debido al peligro que enfrentaban si se quedaban en la
isla con el calor del clima tropical, sin electricidad ni aire
acondicionado y con acceso limitado al agua por un tiempo indefinido.
Una de esas personas es Madeline Maldonado, una abuela de 81 años que
logró salir de la isla en un vuelo a Nueva York con dos de sus nietas,
de 13 y nueve años, y no ve la hora de regresar a Puerto Rico.
“Necesito volver a mi patria”, aseguró la abuela en el sofá de un
hotel en el que se alojaba en Manhattan con las dos niñas antes de ir a
casa de una amiga en Washington DC.
No es que la gente de la isla no esté acostumbrada a las dificultades
o el clima adverso. Pero la magnitud de la devastación provocada por
María fue mayor a lo que muchos podían soportar.
“Habíamos vivido algo parecido con (el huracán) Hugo hace más de 20
años. Luego vino George”, dijo Carmelo Rivera, quien permanece junto a
su esposa en el apartamento de una prima en Long Island, a las afueras
de la ciudad de Nueva York. “Pero nada como María”, aseguró el hombre de
78 años, oriundo de la ciudad de Caguas, en el centro de la isla.
Aún es muy pronto para saber con precisión cuántos puertorriqueños
han llegado a Estados Unidos, pero Florida ha señalado que ya son más de
20.000 los que arribaron desde el 3 de octubre. Ya vivían en el estado
cerca de un millón de puertorriqueños, lo que lo convierte en el segundo
estado con más concentración puertorriqueña después de Nueva York.
Numerosas agencias e instituciones de Estados Unidos están ayudando a que la transición sea más fácil para los desplazados.
La Universidad de Agricultura y Mecánica de Florida y la Universidad
de Connecticut han aceptado recibir estudiantes de derecho, y distritos
escolares como el de Miami-Dade han ofrecido adaptar su currículo para
incorporar a chicos que hablan poco inglés.
El gobernador de Florida, Rick Scott, ha manifestado que los maestros
desplazados no tendrán que pagar para solicitar certificaciones que los
autoricen a dar clases en escuelas del Estado, como así tampoco los
puertorriqueños con profesiones u oficios que requieran licencias
locales, como por ejemplo peluqueros o corredores de bienes raíces.
Aun así para muchos la transición no será fácil.
Lourdes Rodríguez dice que su familia está analizando si es necesario vender la casa en Puerto Rico.
“No quisiera vender la casa, pero tal vez tengo que hacerlo para
sobrevivir aquí”, expresó tras explicar que aunque habían pensado
mudarse a Estados Unidos en algún momento jamás pensó que fueran a
hacerlo en circunstancias así. “De esta forma nunca”.
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