El escritor Eduardo Mendoza recibió ayer el
Premio Cervantes de manos del rey Felipe en una solemne ceremonia que
está teniendo lugar en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de
Henares (Madrid) y que comenzó a las 12:00 (10:00 GMT).
En su discurso durante la ceremonia que presiden los reyes de España,
Mendoza aseguró que vivimos "tiempos confusos e inciertos", y no en lo
que se refiere a la política y a la economía, donde siempre es así
"porque somos una especie atolondrada y agresiva y quizá mala", sino en
lo que atañe al cambio radical del conocimiento de la cultura y las
relaciones humanas, un cambio que "no tiene por qué ser nocivo, ni
brusco ni traumático".
Mendoza (Barcelona, 1943) se declaró un fiel lector de Cervantes y
asiduo del Quijote, a cuyas páginas, confesó, acude con mucha
frecuencia, aunque centró su intervención en cuatro de estas relecturas
que ha hecho a lo largo de su vida.
Así, desgranó en tono humorístico lo que las sucesivas lecturas del Quijote le aportaron.
Desde la primera obligada en el colegio, donde "casi" contra su
voluntad se "rindió a su encanto", hasta la tercera, durante su madurez,
donde descubrió el "otro tipo de humor" de Cervantes, el de su mirada
sobre el mundo, y la última, que emprendió de nuevo de "un tirón" al
saberse ganador del premio que hoy ha recibido.
Y de esta última sacó la conclusión de lo que es la función de la
ficción: "No dar noticia de unos hechos, sino dar vida a lo que, de otro
modo, acabaría convertido en mero dato (...) Y por eso la novela cuenta
las cosas de un modo ameno aunque no necesariamente fácil, para que las
personas, a lo largo del tiempo, la consuman y la recuerden sin pensar.
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